Los canales 2.0 suponen un desafío para los medios tradicionales. La fracturación de las audiencias, la especialización de los contenidos, la gratuidad y otros factores han llevado a algunos incluso a declarar el fin de la “era Guttemberg”. La convivencia no es siempre conflictiva ya que los medios tradicionales se afanan por integrar las herramientas 2.0 entre sus canales de comunicación. Sin embargo, la relación puede llegar a ser muy tensa convirtiéndose en confrontación directa y demostrando las debilidades y fuerzas de cada una en su capacidad de movilización, en especial, si nos referimos a la política.
Buen ejemplo de conflicto ideológico y de movilización a través de las redes la tenemos en Argentina a partir de marzo de 2009. La presidenta Cristina Fernández de Kichner promovió una nueva Ley de medios que generó graves polémicas en el país. Según el oficialismo la ley estaba destinada a democratizar el mundo de los medios argentinos y a atacar los monopolios de ciertos grupos de comunicación. En la práctica suponía la obligación de que el 60% de los contenidos fueran de producción nacional así como un reparto del espacio radioeléctrico en el que el Estado y la iniciativa privada tendrían un tercio cada uno mientras que el tercio restante quedaría en manos de las organizaciones sociales. El gran damnificado era el grupo Clarín que, controlando el 42% del mercado de la publicidad televisiva, era el grupo de comunicación más potente y que se veía obligado a vender parte de sus activos para amoldarse a la ley. Desde el periódico del grupo, Clarín, se comenzó una activa campaña en contra de la legislación oficialista. Criticaron duramente a la presidenta y en algunos blogs patrocinados por el grupo se llegó a decir que la legislación kichnerista era peor que la de la dictadura argentina de los 70.
El oficialismo se vio obligado a contraatacar y el golpe de mano llegó desde la televisión pública, en concreto, desde el programa “6, 7, 8”. El espacio televisivo, autodeclarado pro-kichnerista, atacó con virulencia al grupo Clarín y al gran periódico de la oposición La Nación a los que acusó, entre otras cosas, de apoyarse en el vacío legal para ejercer el monopolio y ostentar el poder “de facto” en Argentina. 6-7-8 apostó por la ley de Medios para solucionar lo que ellos veían como un defecto legislativo heredado de la dictadura. Los espectadores del programa pronto se identificaron con la línea ideológica y las reivindicaciones del programa y decidieron crear una página en Facebook para dar a conocer el espacio televisivo en las redes sociales. Dicho perfil era parte de una iniciativa de los propios espectadores y no tenía carácter oficial. La página pronto comenzó a ganar gran cantidad de adhesiones, no en vano el programa es el segundo más visto de la tv pública, y logró con el beneplácito de los integrantes del programa que la oficializaron. Los “fans” de la página comenzaron a organizar pequeñas reuniones y concentraciones y se generó una comunidad “6, 7, 8 Facebook” de gran importancia unida identitariamente por su kichnerismo, su apoyo a la Ley de Medios y su rechazo a los medios tradicionales. El 12 de marzo de 2009 lograron reunir, por voluntad de los propios usuarios, a 15.000 personas en la Plaza de Mayo y también hubo reuniones en otros puntos de Argentina e, incluso, se convocó una manifestación en Madrid. El grupo fue ganando en contenido político y participó el 24, de nuevo en régimen de autoconvocatoria, en marchas en repudio de la dictadura argentina (1976-1982). El 9 de abril de 2009 volvieron a reunirse en toda Argentina protestando ante la paralización judicial de la Ley de Medios.
Este conflicto, desprovisto de su contenido circunstancial, incita a pensar en la relación y la capacidad política de los medios tradicionales y los 2.0. Se pueden extraer algunas conclusiones.
- Los contenidos políticos en los medios 2.0 son notablemente más partidarios que en los medios tradicionales. Por este motivo expresan posiciones políticas más marcadas y no suelen ser espacios de discusión sino, más bien, de afirmación.
- Fruto de esta naturaleza de los contenidos el sentido identitario o grupal es mucho más fuerte. Sus audiencias están notablemente más cohesionadas ya que debido a la exposición selectiva, las audiencias tienen que dirigirse activamente “hacia” los contenidos, la voluntad por consumir la información de esas plataformas es mayor.
- Este tipo de grupos o redes se retroalimientan ideológicamente. El consumidor de estas redes acude desde una determinada identidad política en busca de un refuerzo de la misma. Al integrarse en estas redes se convierte en un consumidor-productor que contribuye a que haya una “escalada ideologizadora” o un refuerzo colectivo de la identidad del grupo, que desemboca en una toma de posición unitaria y clara ante aspectos concretos.
- Su supervivencia se basa en el activismo. Necesitan plantear la consecución de pequeños, pero continuos, objetivos que van cohesionando a la comunidad. La falta de actividad significa la muerte, sin embargo, un paulatino crecimiento cualitativo de la actividad los puede convertir en instrumentos de lobby.
- Representan formas paralelas de militancia y activismo político con un gran grado de movilización no necesariamente auspiciados por unas siglas políticas. De hecho, la promoción del activismo interno puede llegar a convertirlos en movimiento político en sentido partidario sin que en su origen haya un partido político incitando al movimiento.
- Todavía precisan de plataformas tradicionales para generar una amplia red. Los medios 2.0 para generar un gran movimiento de masas han de contar con el respaldo de un medio de comunicación de masas. Es cierto, que hay estrategias para viralizar los contenidos en las redes y, sin embargo, a día de hoy el apoyo de los medios es fundamental.
Carlos Goni Apesteguia del Caleidoscopio de Carlos para DogComunicación