Cuesta imaginar cómo tan sólo dos minutos y 45 segundos bastaron para cambiar mucho más que el eje de la Tierra. Ha pasado un año desde la madrugada del 27 de febrero cuando en medio de la oscuridad mi marido me arrastró fuera de la casa. Pese a que el fuerte movimiento nos impedía permanecer de pie, logramos salir esquivando muebles y objetos que caían y se estrellaban contra el suelo. Estábamos de vacaciones en la casa de campo de la familia, al sur de Santiago, en una localidad llamada Coltauco.
Pocos minutos después sabríamos que se trataba de una terremoto de una magnitud 8.8 en la escala de Richter; que el epicentro se había ubicado en la VIII región, si bien tuvo consecuencias en más de 8 regiones del país, y que en las próximas horas un tsunami impactaría aún más en las localidades costeras de las regiones del Maule y Bíobío, y en el Pacífico Sur, sobre todo el archipiélago de Juan Fernández, cuyas olas de hasta 30 metros prácticamente arrasaron con poblados completos.
Sin luz, sin televisión, sin Internet, y tras el colapso de las líneas telefónicas –se registraron más de 3 millones de llamadas hasta las 8 horas del día 27 entre la V y la VIII región– y de telefonía móvil, las redes sociales alcanzaron un protagonismo que hasta ese entonces no habríamos siquiera imaginado, y rápidamente se convirtieron en soporte oficial de comunicación del país.
Los días posteriores surgieron múltiples grupos en Facebook y hashtag en Twitter como #terremotochile o #sebusca, que daban cuenta de lo que estaba sucediendo en todo el país, se difundían imágenes de los daños, se entregaban reportes oficiales de las zonas que permanecían sin luz, sin agua, y donde se estaba canalizando la ayuda. Además fue clave la información que circulaba de los desaparecidos, y miles de personas pudieron ponerse en contacto con sus familiares o con quienes tenían noticias de ellos. Tras el terremoto, Twitter tuvo un crecimiento de un 500% y hasta los canales de televisión tuvieron que apoyarse de la información que provenía de esta red social.
En total 525 personas perdieron la vida y 23 continúan desaparecidas, 2 millones de damnificados, 710 embarcaciones destruidas, 17 hospitales inutilizables, y 717 puntos dañados en las rutas del país.
Al cumplirse un año se cuentan más de 1.400 réplicas sobre los 4 grados Richter, que equivales a un promedio de cuatro sismos al día en la zona afectada por el terremoto. Estas en su mayoría se han vuelto imperceptibles y prácticamente no generan ningún tipo de alarma. Del mismo modo, las redes sociales se instauraron entre los ciudadanos chilenos y hoy son parte del panorama general de medios, donde las personas se informan, opinan, critican, toman acciones, movilizan… Y seguirán creciendo, y seguiremos descubriendo nuevos usos y experimentando, como algo natural, que ya es parte de nuestra vida.
Marcela Velásquez, Dog Chile
