Hace algunos días, se podía leer en el histórico púlpito de opinión que es la tercera de ABC un interesante artículo de la ex directora de la Biblioteca Nacional, Carmen Lacambra. En este artículo, tras hacer un repaso más o menos somero por lo que ha sido la historia de Internet (orígenes militares, etc.), Lacambra pasaba a exponer dos temas de indudable relevancia.
En primer lugar, suspendía a los políticos españoles en lo que al uso de los medios 2.0 se refiere. Según la autora, los políticos españoles no están a la altura de los tiempos, ni de los votantes. En nuestro país los políticos que más se han lanzado por las senda de las RRSS en busca de un espacio en el que conectar con los votantes son los políticos de la derecha. Quizá conscientes de que las plataformas tradicionales les son, en general, bastante hostiles, o quizá mejor asesorados que los del PSOE, los tres políticos que encabezan la lista de los más seguidos en Facebook son: Rajoy, Esperanza Aguirre y Sáenz de Santamaría. A este respecto claro suspenso del Presidente del Gobierno cuya página en Facebook, por ejemplo, no llega a los 2.000 seguidores. En cualquier caso, entre los políticos con mayor impacto en las redes sociales el número de seguidores ronda los exigüos 20.000. Los números de Twitter son todavía más raquíticos y raro es el político que supera los 1.500 seguidores frente a los, por ejemplo más de 6.000 de Sarkozy o los 10.000 de Merkel o David Cameron, dejamos los números estadounidenses al margen por ser apabullantes. Lo cierto es que por muchos discursos que se den a favor de la utilización de las Nuevas Tecnologías en política, la cibermilitancia o el OG (Open Government) los políticos españoles no apuestan por la política directa a través de la red. Ni siquiera el claro ejemplo de Obama, que inspiro la campaña del PSE pero que no ha inspirado su continuidad, ha convencido a los políticos españoles de la potencialidad de la red a la hora de generar ruido, de hacer llegar su mensaje y de lograr más devotos para sus causas.
En segundo lugar, la autora planteaba llevar a sus últimas consecuencias el gobierno 2.0 y, sucintamente, planteaba éste como una solución a la sobredimensión burocrática en las instituciones españolas que se solucionaría con una aplicación radical de las nuevas tecnologías. En una futurización, quizá demasiado fantástica, la autora señalaba que las votaciones en el Parlamento, en los diecisiete autonómicos también, bien se podría canalizar on line. De manera que cada uno de los partidos políticos tendrían únicamente un representante en los Parlamentos o Juntas nacionales o regionales. La votación de cada uno de ellos equivaldría al número de asientos reales que su grupo tuviera en el Parlamento. Esto desembocaría en una simplificación de las tareas de gobierno y en una reducción de los gastos derivados por la multiplicación de parlamentarios que elevan el gasto público, cosa muy de moda. Sin embargo, en esta arcadia feliz me atrevo a afirmar que se recaería en varios problemas derivados:
– La hiperimplantación de la disciplina de partido.
– El desgaste de los parlamentarios que al ejercer individualmente el derecho de decisión serían responsables de todas las decisiones parlamentarias.
– La pérdida de sustancia democrática. En la medida en que sólo una persona ejerciera la representación política se reduciría la capacidad de ejercer funciones públicas de mando.
Imaginaciones de un futuro feliz gracias a la aparición de las NNTT aparte, lo cierto es que mientras los políticos españoles siguen empeñados, salvo brillantes y escasas excepciones, en ignorar estos canales la sociedad española, con los votantes 2.0 a la cabeza, sigue clamando por una mayor atención a mecanismos cuya principal virtud es la transparencia y la cercanía bilateral. ¿Será falta de interés o miedo a la exposición directa a las críticas y comentarios? Lo cierto es que el avance de las NNTT es imparable, especialmente porque los cibermilitantes son sujetos activos y belicosos en su intento de abrir canales en los distintos partidos políticos y en la fiscalización de la acción gubernamental. ¿Renovarse o morir? He ahí la pregunta que suscita algunas respuestas que, aunque tímidamente, comienzan a ser acertadas.
By Carlos Goñi Apesteguia en el Caleidoscopio de Carlitos para Dogcomunicacion