Estar en Madrid y no hablar de las manifestaciones de Sol es bastante complicado, y es que para quienes venimos de América Latina, la forma cómo se han desencadenado los hechos y el comportamiento de los manifestantes no sólo llama la atención, sino que parece una fórmula digna de imitar.
El actuar tanto de la policía como de los manifestantes es radicalmente opuesta a la realidad de otros países, ya que mientras los primeros no utilizan la fuerza con los manifestantes, los otros ejercen su derecho de manera pacífica y coordinada.
Esto último es lo más llamativo de dicho proceso y es que el hecho de que pese a la causa o a lo que se persigue no se llegue a la violencia ni a provocar disturbios, puede ser de los hechos más destacables del movimiento.
En países latinoamericanos, es común ver que protestas de este tipo suelen terminar con cientos de detenidos tras provocar incidentes tales como romper infraestructura pública, señales éticas o incluso saquear tiendas, lo que normalmente empaña una jornada en la que la gente sale libremente a manifestarse. También es cierto que en muchas ocasiones son las fuerzas públicas las que reprimen a los manifestantes, generando en éstos la impotencia y reacción propia de quién está siendo censurado sin razón.
De este proceso hay bastante que aprender, quizás las motivaciones más profundas de los manifestantes o cómo se gestó realmente aún no está claro, pero lo cierto es que se ha transformado en un ejemplo de cómo ejercer pacíficamente los derechos del ciudadano. Por dicha razón Latinoamérica no debe despegar los ojos de las manifestaciones y comprender que el derecho a expresarse dista mucho de la violencia y la represión.